El mal humor es un capítulo aparte

Esto ante el despertar del imaginario poético, peleándome en audios de whatsapp que me mando a mi misma con el estado de mal humor que me visita casi todos los días. Lo relaciono con el entrenamiento físico y esa extraña sensación de hambre de guerra que me aparece, como si en vez de nutrir a los músculos de oxígeno los amenazara de muerte. Sin embargo, a medida que van pasando los días y encuentro una rutina que me contiene, me encuentro desbordada de energía y ganas de concretar esta obra o conferencia performática. La depresión me visita a cada rato como un amigx que no entiende porqué decidiste dejar de contestarle las llamadas. Y es que no encuentro motivos para abismarme como suelo hacer, sino que estoy comprometida con el estado de investigación-acción y eso me tiene empoderada. 


Pero no todo lo que levanta pesas es oro... las redes sociales están hechas para liquidar cualquier espíritu que manotea autoestima de donde puede. Creo que no hubo ex amante, amigx, colega que me hubiera quedado pendiente por stalkear y eso fue estimulado, estoy segura, por la neurosis que se niega a que forje otros caminos de pensamiento. 
Es real que el ritmo que estoy teniendo me lleva al límite y me desafía. También es real que cuando empiece la cursada en la facultad habrá cosas que tendré que ceder. Es real también que ese buceo mediático en redes que nada tienen de social sino más bien de gestión es necesario como para hacer un relevamiento de lo que está sucediendo en una escena de la que en un momento formé parte activa y que al no poder sostener malos tratos, corazones rotos y duelos me fugué.

TODAVÍA NO SÉ SI PUBLICAR ESTAS FOTOS 
SIGNIFICA MOSTRARME O CASTIGARME
O CASTIGARME

El otro día escuchaba un podcast de N en el que contaba que se había ido de la Argentina cuando sintió que la escena porteña no tenía nada para ofrecerle. Yo creo que también me fui en ese momento, pero no me animé a armar las valijas, sino que adopté una perra y encaré la mudanza al Tigre. 
Hoy reconozco que fue el miedo que me inculcaron a crecer y entregarme al disfrute de la danza, el canto y hacer piruetas en el éxtasis de la creatividad, lo que me impidió comprar un boleto de avión de ida. 

Viajé, pero volví. 

Una bruja me dijo que fuera a Florencia. Pero no me animé, me quedé en Roma hasta que no pude más y volví con la promesa de que sería al año siguiente. Después fui a Milán. Le pasé por al lado a ese destino de muelle y asombro que me describía la vidente. Cuando creí estar lista, adopté a Pepa, cuando nos acomodamos, decidí mudarme y se desencadenó la pandemia. 

Estas cosas me vienen rondando por la cabeza. Mientras completo planillas de entrenamiento para materializarlo en algún lado hasta que lo pueda contar entre los músculos marcados en mi cuerpo.

Dos moretones gigantes en las pantorrillas son huellas de que salí a remar sola por primera vez en mi vida. 
Los gritos ahogados, los mierda carajo que hoy dí mientras limpiaba la casa y cocinaba son la prueba de que estoy en un momento en el que la energía me desborda. Las ganas de que sea mañana para ir a entrenar es la pista de que esta vez sí pariré obra. 






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