Un bidón de timonel
Me repito, este mes tomaré cada tiempo libre y condiciones climáticas favorables para salir al río. Entiendo mi miedo al salir sola pero ya me lo dijeron los Js y el V, tenés que salir, conocer al río. Está buenísimo el entrenamiento físico en el gimnasio para lograr ese estado cero para la improvisación, investigación, acción o como lo vaya a llamar al proceso de ensayo, pero la verdad está afuera, en el agua.
Me dí cuenta entonces que me estaba pasando como con la academia. De pronto el gimnasio se tornó en un lugar seguro, donde el cuerpo puede repetir de manera mecánica movimientos y realizar esfuerzos y por lo tanto la cabeza dispararse a diez mil lugares, los cuales la gran mayoría están sobrepoblados de neurosis y autoboicots. En la academia es el cuerpo el que se abandona, la cabeza se obsesiona y la pila de libros y apuntes por leer aumenta en tales dimensiones que me voy a dormir pensando que no me va a alcanzar la vida para realizar las experiencias, leer a lxs referentes, acceder a las instituciones, especializarme de tal manera que pueda obtener subsidios, becas o un lugar en los index.
La cuestión es que el martes salí al río. Pe me dio un bidón lleno de agua para que me ayudara a no perder el control del bote al salir sola, o sea, sin timonelx. El río estaba bajando, salí con mi bote, la mochila con una botella de agua y un libro, la sillita de lx timonelx armada "por si querés descansar" me dijo Pe y el bidón. Anduve por el Gambado y la tierra que se resistía a ocultarse bajo el agua me ayudaba a empujar con el remo, más que dificultar el andar. Todo era quietud y silencio, los martes es el día ideal para salir si sos principiante porque las guarderías están cerradas así que no hay motos de agua o yates que navegan a velocidades desubicadas. Como el último tramo del Buenos Aires estaba demasiado bajo, tomé coraje y volví remando por el Sarmiento. Esa inmensa masa de agua. Antes de volver me metí en la laguna, una garza tan blanca estaba en la entrada y con su ojo lateral me espiaba. Creí que se iba a quedar y verme pasar y eso me habría gustado mucho, pero no, la desconfianza que nos tienen es histórica y una visita no iba a cambiar las cosas. Dejé los remos, puse a prueba la funda impermeable del celu y filmé. El boto se movía solo en redondo, un paneo natural de la flora de la laguna me invitó a captar. Quise leer pero el estímulo vegetal era tan agradable e intenso que guardé la poesía de Lorca en la mochila y probé el estar.
Volví ampollada, con los isquiotibiales agarrados, una sonrisa tatuada en la cara y manchas de grasa en las rodillas.
Salir al río, animarse a ceder el control a un bidón de agua. Probar el estar y ver qué pasa con eso.