Una semana en estado de ensayo
Mis archivos donde registro el entrenamiento ya dicen segunda semana, es increíble lo rápido que pasa el tiempo pero a la vez lo denso de este pasar. Porque a pesar de ver plasmado por escrito cada día en el que me conecté con este proyecto y asombrarme por sumar cuadraditos con imágenes en el instagram y bloques de palabras en este blog, siento que en mi cuerpo el tiempo pasó lento, bien lento.
El domingo pasado llovió con bastante intensidad acá, por lo tanto la salida al río que habíamos programado con C un poco para ir a conocer un lugar donde queremos hacer un retiro, otro poco para estrenar carnet se frustró (no tengo la sensación tampoco de que el día ya estaba comprometido para eso porque nuestros encuentros están siendo bastante erráticos este último mes, estrés, responsabilidades y dos universos paralelos en los que cada quien habita) Así que lo tomé como lo que había planificado, un día de entrenamiento físico en el gimnasio del club para seguir recuperando estado, tono muscular y fuerza.
Ni bien salí de casa y caminé una cuadra se largó a llover con todo, me refugié bajo un alero. Pensé que volver a buscar la capa de lluvia que tengo en casa era inútil, porque si volvía caminando por más que estuviera cerca me iba a empapar y ese iba a ser motivo que me quedara a tomar mate, así que respiré hondo, esperé a que amaine y encaré el tramo que restaba sabiendo que mi transpiración me iba a dejar hecha sopa también de lo pesado que estaba el día.
Mi carnet de remo no estaba en secretaría, así que pedí que me abrieran el gimnasio. El club estaba vacío y eso me gustó. Entrenar mirando el río, poder asomarme a tomar aire fresco cuando se me pusiera densa la respiración y me agite. Armé el circuito con sus pesos, me puse los auriculares y empecé.
Empecé a entrenar, empecé a frustrarme, a escuchar esa vocecita derrotera que decía, no, hoy no. Hoy no quiero, no puedo, me duele, me puedo lesionar. Venía cansada de la semana (eso lo dije bastante y lo voy a seguir diciendo, no sé de dónde viene ese sentimiento de cansancio crónico, sí de mi ansiedad que estoy tratando de domarla, sí de mi autoexigencia y también mi cabeza ecléctica que me lleva a querer aprender todo lo que está a mi alcance)
La primera ronda me cansó, esperaba el segundo golpe de aire que viene cuando empiezo la segunda para poder aumentar la intensidad en la tercera, pero no sucedió. Cambié la playlist por una un poco más arriba, pero no era tan estimulante como me resulta en casa. Obviamente mi cabeza empezó a tentarme con paliativos, al estilo de: salís de acá y te comprás un helado y le respondía que no por dos razones, ya no quiero asociar la comida como método directo para revertir este estado, porque nunca me funcionó y además porque más tarde tenía el recital de Raly Barrionuevo, seguro tomara cerveza y ya bastante rara venía con mis intestinos. Además iba a salir completamente transpirada y me da vergüenza entrar a lugares en ese estado.
Mientras seguía con las vueltas y los ejercicios.
Entró una persona, me puse de mal humor, usaba las máquinas que me tocaban en el circuito, más mal humor, llovía, paraba de llover, subía la humedad, yo transpiraba y se me pegoteaba el pelo, la calza en la entrepierna, y ahí nomás la voz cambió el tono. Para qué haces esto? Ya tenés 42 años, podrías dejarte de joder, no? te duele el cuerpo, estás fofa. Además hace 10 años que querés concretar esta obra, le pediste ayuda a un montón de gente y no la hiciste. Por qué ahora? Para qué? Mientras tanto las vueltas se seguían sucediendo, los ejercicios aumentaban las repeticiones de acuerdo a lo planificado y el autoboicot se expandía. Pasé al ergo y opté por filmar este estado. No negarlo, ni silenciarlo con helado, sino estar más presente para no abandonar el cuerpo y así lastimarme como me suele pasar, sino filmarlo, grabarme con este sentimiento de pesadez, frustración y mal humor. Lo filmé y armé un reel de instagram. Compartirlo con el afuera (aunque sean dos personas, aunque nadie lo vea sino yo misma mañana o la semana siguiente) Cumplí los 10 minutos, elongué y volví a casa a bañarme, de mal humor, agotada, hinchada.
Más tarde fuimos con M a ver a Raly Barrionuevo al Kónex. Me sentía fea, no sé cómo explicarlo, pero claramente no luminosa, presente, bella, abierta, con la sangra cargada de feromonas, sino batallando ácido láctico. Dos, tres temas, una chacarera y una milonga y una sensación de libertad para bailarlas como se me canta, como mi imaginario corporal deseara, con la memoria de los lenguajes que ha recorrido. Bailé tres horas seguidas. Volví a casa inspirada, con la sonrisa tatuada de haber vivido una experiencia sensible.
En el tren de Tigre, hace años que hay un hombre que con un parlante por donde pasa música pasa entre los asientos al grito de: "Sólo el amor y la cultura podrán salvarnos".