Todo tiempo tiene sus encantos, todo tiempo tiene sus peces

 Ayer saqué el pasaje para viajar a Barcelona al Congreso. La situación actual del país en general y en particular todo lo que tiene que ver con nuestra conexión con el exterior es bastante compleja. Como si no fueran pocos los obstáculos que una misma se pone a la hora de crear y compartir el imaginario le sumamos que no puedo sacar el pasaje con compra directa, en cuotas o con un simple llamado telefónico.

Compré el billete y a las horas recibí un mail diciendo que se cancelaba la compra. Sin embargo me fui a dormir tranquila, tengo la extraña sensación de que todo va a estar bien y que ese revés de la historia nada tiene que ver con bancos o cosas que yo pueda manejar a través de un teclado. Es que con este viaje estoy moviendo más allá de una obra, una ponencia, mi legitimación como investigadora y artista. Lo vuelvo a leer y suena fuerte, pero es así. Barcelona es un espacio-tiempo que me dijo que sí a todos los no que recibí en Argentina (ya me rechazó la universidad de Córdoba así que no voy a caer en porteñocentrismos y hablo de rechazo federal!)

Tuve una mala noche porque varios vecinos ruidosos cantaron a los gritos una cumbia y se despertó una situación muy tensa en el edificio donde vivo. No pude participar. Me acosté llorando, el mail no caló hondo pero tampoco soy de piedra... y estaba agotada. A la mañana siguiente tras los llamados de rigor para escuchar las mismas respuestas de siempre, ese "desde acá no puedo hacer nada" que te deja de cara frente al tema de que estoy sin billete a poco menos de dos meses.

Pero... me puse a bailar. Apareció un tema musical bellísimo. Cerró la obra-ponencia o conferencia performática y bailé. bailé la frustración, la falta de sueño, el enojo, las ganas de avanzar, de moverme.



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