Con tres huevos duros se hace un flan argentino

Me levanté temprano porque los sonidos del amor de las vecinas me despertaron de madrugada y dejaron con el sueño flojo.

En ese estado entre la vigilia y el sueño pesado me vi en el congreso haciendo la performance que aún no terminé de escribir y me gustó.

El karaoke que escribí para el abstract me divertía mucho y el tiempo después de cantarlo, o ladrarlo al micrófono lo sostenía con la respiración agitada como de quién contiene la risa.

Me levanté y extraño guiño de la alarma sonaba "Malamente" de Rosalía.

Llevé a la Pepa a la guardería de la vuelta de casa y estaba que entraba y daba marcha atrás con esas patitas flacas que me derriten el corazón. Ya le había dicho demasiadas veces que la iba a extrañar como para hacerle difícil la despedida. Pero vio que en el jardín había un pájaro descuartizado por los gatos de V y entró feliz, pendiente de su bolsa de comida.

Volví a casa y pele la única zanahoria que quedaba en la heladera, la partí en bastoncitos, mientras tomaba mate. J me había recomendado que no consumiera  líquidos antes del avión para que no me mareen pero aunque me acordaba de su consejo, el líquido verde es una rutina de la mañana y esta mañana ya estaba demasiado alterada como para no incluirlo.

De pronto, me acordé de otro consejo, no dicho de manera explícita, sino visto y adoptado. El suizo cuando se fue de casa hirvió dos huevos duros y se llevó fruta. Me quedaban tres huevos en la heladera y se los iba a dejar a L en la puerta pero volví a conectar el gas y los herví. 

Tiré las cáscaras de banana y zanahoria al compost y cuando me pareció que habían pasado los 7 minutos apagué el fuego, enfrié los huevos y los guardé en la mochila.

Busqué un auto por la aplicación y enseguida respondieron al pedido. 

Bajé corriendo la escalera, corriendo lo que el peso de la valija me permitía bah y en la puerta me encontré con L y Vi que empezaban el día con su paseo. Nos abrazamos y ahí me di cuenta de que estaba temblando. 

El conductor sonreía y me ayudó a subir la valija y varios congestionamientos y peajes después estaba en Ezeiza. 

Desde el último viaje a Milán sabía que iba a volver a hacer rolar la valija pero nunca creí que sería bajo estás circunstancias: un congreso internacional de arte. 

Despache la valija y antes de migraciones me senté a desayunar los huevos y la zanahoria. Tengo que masticarla de un lado solo, porque uno de los numerosos obstáculos fue que se me rompió un diente y aunque fui al dentista me da cosa que se vuelva a romper, tengo problemas con eso, si ya sé. Cuando llegó el turno de los huevos, pasé por ese odioso momento en el que gran parte de la clara queda adherida a la cáscara y para mí sorpresa la yema está semilíquida. Cuestión que terminé lamiendo la yema que se escapaba por las rajaduras de la clara y, obviament, me acordé de Pepa. O y P grandes maestros de los huevos.


Con la barbilla llena de yema fui a migraciones. Ya no separan entre argentinxs y extranjerxs ni tampoco hay más zona de fumadores. En el free shop me avisaron no cobran los impuestos sino al precio oficial y el pago es en pesos (en tu cara dólar Qatar!) De todas formas, el alcohol quedará para la vuelta y las Haribo para algún día que pase por un kiosko y las vea. 10 dólares en una bolsa de azúcar me pareció demasiado. Así que opté por la crema hidratante.


Volví después de años a viajar, pero que distinta de la Vani que llevaba chocolate y whisky en su bolso de mano...

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