Empezar a contar mi historia, para aplicar a becas...

Comencé mi estudios en ballet a la edad de seis años. Siendo muy pequeña me sometí a rigurosos entrenamientos físicos y dietas estrictas para bajar de peso. Sin embargo, a pesar de contar con experticia técnica y reconocimiento entre mis pares por mi forma de bailar, no pude ingresar a los institutos oficiales por estar excedida en peso. Las actas de los exámenes dicen que debía pesar medio kilo menos. Esto provocó que transitara durante toda mi adolescencia con trastornos de la conducta alimentaria (TCA) y odiando mi cuerpo.

Me alejé de la danza y comencé terapia. Cuando me sentí más estable y reconocí las herramientas que el psicoanálisis me brindó para detener estas conductas, volví a tomar clases en espacios amateur. Esta vez de danza contemporánea. Sucedió que un día nos fotografiaron y al ver la imagen de mi cuerpo suspendido en un salto, la profesora se sorprendió al ver la línea perfecta que trazaban en el espacio mis brazos y piernas. La extensión de mis pies y alineación de la cabeza. Mi salto gritaba mi historia negada de la danza durante tantos años, por permanecer en la oscuridad mientras buscaba resolver los traumas de mi infancia.

Volví a bailar. Esta vez en escenarios.

Los coreógrafos me elegían porque ansiaban incluir en sus obras cuerpos de distintas tallas y con técnica. Además como contaba con formación actoral y vocal, me destacaba en los roles asignados por articular los distintos lenguajes escénicos. Durante este período tuve numerosas recaídas. Además me encontré con que mis órganos no funcionaban del todo bien y además de lesiones por falta de tono muscular, aumenté de peso debido al estrés que todo esto me generaba. En una obra una periodista se burló de mí al aire en medio de una entrevista al coreógrafo con el que estaba trabajando aduciendo que estaba gorda para bailar y que debía reemplazarme. Él no me defendió, ni siquiera mis compañeros de elenco y me ví obligada a abandonar el proyecto como modo de protegerme de futuras recaídas. Pero esta vez fue distinto. Mi subjetividad estaba más sólida y reconocía que éstas injurias no eran a título personal. Aunque  si bien mi cuerpo siguió acusando recibo del dolor que todo esto me ocasionaba y continuaba lesionándome en los entrenamientos, sabía que este tema, incluso mi propio trauma trascendía a mi persona. 

Entonces, busqué refugio en la academia. Necesita aprender y conocer. Retomé los estudios de la licenciatura en artes y ahí aprendí sobre agentes de legitimación, mercado del arte, fetichización de los cuerpos y las subjetividades, enfermedades sociales, traumas y la historia de la danza. 

Cuando era niña no sabía que además de aprender una técnica además haría carne las nociones de cuerpo, talla, estilo que porta la historia oficial de la danza académica, sino también su historia abyecta cargada de traumas y sesgos de racialización, género y gordofobia. 

Orienté mis investigaciones a la articulación del cuerpo, la voz, el movimiento y la palabra en escena con la voluntad de sacar de la mudez a los bailarines y hacer hablar a los cuerpos y que éstos bailaran desde sus historias sean traumáticas o de realización. Indagué en torno al concepto de historia como lo plantea Walter Benjamin, en su “Tesis de Filosofía de la historia” y el de trauma desde los estudios de la salud mental. A partir del estudio de conceptos provenientes de la teoría de los afectos, me encontré con nociones como la de circulación de las emociones, propuesta por Sarah Ahmed para explicar cómo éstas circulan en los espacios y se inscriben en las superficies de las personas. Estas ideas me permitieron profundizar y arribar a nuevas preguntas respecto a la fetichización de los cuerpos disidentes de la danza y cómo trabajar en su inclusión. En este momento, trabajo en la búsqueda de otras estrategias y metodologías para abordar el problema de la negación de la gordofobia y los TCA en el campo de la danza en la actualidad. Para ésto, me adentré en la investigación de la noción de los archivos de sentimientos propuesta por Ann Cvetkovich y planifiqué una investigación para la conformación de archivos del trauma en la historia de la danza anclada en el Instituto de Artes del Espectáculo de la Universidad de Buenos Aires, del que formo parte. A partir de este trabajo se desprendió la necesidad de un modo distinto de tomar registro de los testimonios, ya que siguiendo con la definición de trauma, estos hechos quedan inscriptos en los cuerpos y mentes por la incapacidad de simbolización debido a su fuerte impacto.

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